¿Cuál es la diferencia entre menopausia y perimenopausia?

La vida reproductiva de la mujer transita por varias etapas definidas por cambios en la producción hormonal, entre las que se encuentran, la perimenopausia y la menopausia.

Sin embargo, se trata de 2 fases diferentes de un mismo proceso, las cuales son el fin de los ciclos menstruales y la transición hacia una nueva etapa vital.

Es preciso entender tanto las transformaciones fisiológicas como el impacto emocional de estas fases, de modo que, es fundamental describir en qué consiste cada fase, sus síntomas más frecuentes, las claves que las distinguen y algunas estrategias para manejar las molestias físicas y mentales que pueden acompañarlas.

¿Qué es la perimenopausia?

La perimenopausia es la etapa previa a la menopausia, un período que puede prolongarse entre 2 y 8 años, con una media aproximada de 4 años.

Durante este tiempo, los ovarios reducen de forma intermitente su producción de estrógenos y progesterona, provocando ciclos menstruales irregulares y una serie de manifestaciones físicas y emocionales.

Síntomas de la perimenopausia

Los síntomas más comunes de esta fase incluyen la irregularidad menstrual, sofocos, sudoraciones nocturnas y alteraciones del sueño.

A esto se suman cambios de humor, irritabilidad y mayor riesgo de episodios depresivos, que a menudo están vinculados al desajuste de los ritmos biológicos y la fatiga derivada de interrupciones del descanso.

Además, la disminución de estrógenos puede dar lugar a molestias urogenitales, tales como sequedad vaginal y mayor predisposición a infecciones del tracto urinario.

Entre los síntomas de la perimenopausia, los sofocos y problemas para conciliar el sueño suelen figurar en un lugar destacado.

Los sofocos se describen como sensaciones repentinas de calor intenso que comienzan en el torso y se irradian hacia el rostro y el cuello, pudiendo ir acompañados de palpitaciones y sudoración profusa.

Este síntoma, sumado a los despertares nocturnos, explica que muchas mujeres experimenten una mayor irritabilidad y dificultad para mantener la concentración durante el día.

De igual manera, hay mujeres que presentan síntomas emocionales comparables a los del síndrome premenstrual, aunque en la perimenopausia estos no siguen un patrón cíclico relacionado con la regla sino que pueden aparecer de forma imprevisible.

Cuando la mujer supera la barrera de los 12 meses consecutivos sin menstruación, se considera que ha entrado en la menopausia propiamente dicha.

En este punto, la producción de hormonas reproductivas cae a niveles muy bajos de manera estable, y los síntomas pueden persistir pero tienden a estabilizarse en intensidad y frecuencia.

¿Qué es la menopausia?

La menopausia se define clínicamente como la ausencia permanente de la regla, situación que ocurre alrededor de los 51 años, aunque cada mujer es única y puede ser diferente.

Síntomas de la menopausia

Entre las manifestaciones de la menopausia, los bochornos, la sequedad vaginal y los trastornos del sueño continúan siendo habituales, pero con características propias.

A diferencia de la perimenopausia, en la que los niveles de estrógeno oscilan, en la menopausia el déficit hormonal es constante, lo que puede agravar la sequedad de las mucosas y favorecer el dolor durante las relaciones sexuales.

Además, la pérdida estable de estrógeno influye en el metabolismo óseo, incrementando el riesgo de osteoporosis y fracturas a largo plazo.

Es en esta fase cuando cobra especial relevancia la valoración médica periódica para prevenir o detectar precozmente patologías asociadas al envejecimiento hormonal.

Diferencia entre perimenopausia y menopausia

La distinción entre perimenopausia y menopausia no es solamente de calendario, sino de vivencia y de tratamiento.

Durante la perimenopausia, el objetivo suele ser mitigar las variaciones bruscas de estrógeno y sus efectos secundarios mediante cambios en el estilo de vida, manejo del estrés y, en algunos casos, terapia hormonal de transición.

En la menopausia, la intervención se centra en abordar las consecuencias crónicas del déficit hormonal: la terapia de reemplazo estrogénico puede ayudar a reducir los bochornos y preservar la masa ósea, siempre evaluada caso por caso por un ginecólogo o endocrinólogo.

Aunque en ambas fases los síntomas físicos suelen dominar el relato, cabe reconocer el impacto psicológico que conllevan.

Consejos para lidiar con los síntomas

La perimenopausia puede desembocar en un sentimiento de pérdida de control ante un cuerpo que ya no responde como antes.

La irregularidad menstrual, la variabilidad del estado de ánimo y la incertidumbre acerca de cuándo llegará la menopausia generan ansiedad y, en ocasiones, depresión.

En este sentido, las mujeres en perimenopausia tienen más riesgo de presentar síntomas depresivos que las que aún no han iniciado esta transición.

La menopausia, por su parte, puede asociarse a sentimientos de envejecimiento y de declive de la feminidad, afectando la autoestima y la percepción de la propia identidad.

Frente a estos desafíos, existen diversas recomendaciones para sobrellevar los síntomas y favorecer una transición lo más serena posible.

Lleva una dieta saludable e hidrata el organismo

Adoptar una dieta equilibrada, rica en frutas, verduras, grasas saludables y fuentes de calcio, contribuye a controlar el peso, mejorar la salud ósea y equilibrar el estado de ánimo.

Asimismo, mantener una adecuada hidratación ayuda a atenuar la sequedad de las mucosas.

Aunque no hay un alimento milagroso para ello, los fitoestrógenos presentes en la soja pueden aliviar moderadamente los sofocos, siempre dentro de una dieta variada y bajo supervisión médica.

Haz ejercicio

La actividad física regular es otra piedra angular para el bienestar en perimenopausia y menopausia.

Practicar ejercicios de impacto moderado, tales como caminar, nadar o bailar, fortalece los huesos, mejora la circulación y estimula la liberación de endorfinas, lo que combate la irritabilidad y la sensación de decaimiento.

Además, los entrenamientos de fuerza y resistencia contribuyen a preservar la masa muscular, que tiende a disminuir con la edad, y favorecen una postura correcta, reduciendo molestias lumbares e incrementando la sensación de vitalidad general.

Trata tu salud tanto física como mental

No menos importante es atender la salud mental de manera integral, mediante la meditación, el mindfulness y otras prácticas de atención plena que son muy eficaces para reducir la ansiedad y mejorar la resiliencia ante el estrés.

Dedicar al día unos minutos para practicar la respiración consciente o a la observación sin juicio de los propios pensamientos. Esto puede marcar un antes y un después en la gestión de los cambios emocionales.

Asimismo, compartir la experiencia con redes de apoyo, ya sean grupos presenciales de perimenopausia y menopausia o comunidades virtuales, proporciona contención y normaliza las vivencias, aminorando el sentimiento de aislamiento.

Por último, resulta esencial proteger la salud mental mediante una revisión periódica con un psicólogo o terapeuta.

La terapia cognitivo-conductual ofrece herramientas para identificar y modificar pensamientos negativos automáticos, que pueden intensificarse en esta etapa de cambio.

Aprender a reestructurar creencias relacionadas con la imagen corporal, la autoeficacia y los roles sociales facilita una actitud más compasiva hacia una misma y favorece la adaptación a las nuevas circunstancias.

Aunque perimenopausia y menopausia forman parte del mismo proceso natural de cierre de la etapa reproductiva, difieren en duración, patrón hormonal y manifestaciones clínicas.

La perimenopausia se caracteriza por la variabilidad de estrógeno y la aparición gradual de síntomas; la menopausia, por la ausencia definitiva de la menstruación y un déficit estable de hormonas.

Reconocer esta distinción permite aplicar estrategias específicas de autocuidado: desde hábitos de vida saludable y ejercicio regular, hasta intervenciones psicológicas orientadas a gestionar la ansiedad y la depresión que pueden acompañar la transición.

Con una aproximación holística, que integre cuerpo y mente, es posible convertir este cambio biológico en una oportunidad para cultivar la fortaleza emocional y reencontrar un nuevo equilibrio vital.

Fuentes:

 

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