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La hipervigilancia y el trauma

¿Sientes que estás alerta en todo momento? ¿Percibes que te cuesta descansar o relajarte y que estás pendiente de manera excesiva de los riesgos que te rodean? ¿Te comparas con los demás y concluyes que estás mucho más activado y atento que el resto? ¿Tiendes a desconfiar de las otras personas? ¿Temes que te hagan daño? La clave puede estar en la hipervigilancia.

¿Qué es la hipervigilancia?

Es una reacción de nuestro organismo para defendernos del peligro. Si nos encontráramos en un entorno hostil, ante potenciales estímulos peligrosos, esta función innata nos permitiría estar preparados para actuar en caso de que nuestra vida o bienestar estuviera en riesgo.

Por ejemplo, dentro de un contexto bélico, es adaptativo que los soldados estén en extremada alerta, pues será crucial para poder defenderse y sobrevivir.

Así pues, la hipervigilancia es una respuesta útil que va asociada al miedo. Es esta emoción la que activará este tipo de mecanismos necesarios para responder ante el peligro.

¿Cuándo no es útil la hipervigilancia?

Cuando no hay un riesgo. Cuando estamos en alerta, con toda la energía que ello conlleva, sin que nuestro ambiente nos lo exija. Por ejemplo, si estoy en la fiesta de cumpleaños de mi hijo, constantemente pendiente de que no se haga daño y sin poder disfrutar de su alegría, en este caso, puede que sea limitante.

Este estado no es gratuito. El estrés prolongado, junto con respuestas de ansiedad excesivamente frecuentes, tiene serias consecuencias sobre nuestra salud física y mental.

La hipervigilancia patológica suele estar muy presente en personas con niveles altos de ansiedad y que han estado expuestas a alguna situación traumática.

La hipervigilancia y el trauma

Se ha observado, tanto en clínica como en investigaciones, cómo las personas afectadas por trauma se mantienen en un estado de hipervigilancia, incluso cuando el peligro ya ha pasado.

La vivencia traumática deja una especie de ‘resaca emocional’, a través de la cual la persona sigue con la sensación de peligro en situaciones donde no hay ningún riesgo.

Estamos hablando incluso de un estado fisiológico, puesto que en diversos estudios de neurociencia se han visto alteraciones a nivel cerebral. Como por ejemplo en los niveles más altos de cortisol, en la hiperreactividad de la amígdala…

Es como si el organismo se adaptara a las exigencias hostiles del contexto de la persona, dotándole de una hipervigilancia necesaria para sobrevivir. ¿Y cuál es la desventaja? Pues que, como decíamos en párrafos anteriores, esto conlleva una resaca. El cerebro, muchas veces, no sabe volver a su estad basal. Se queda atento. Como si no se fiase de que el peligro ya ha pasado.

Por ello, si consideráis que estáis en un estado de alerta excesivo y que esto está suponiendo una limitación en vuestra vida, os recomendamos que toméis medidas al respecto. Hay muchos profesionales que os pueden ayudar a ganar calidad de vida.

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