Reloj de arena

Cronopatía

¿Qué es la cronopatía?

La cronopatía consiste en la necesidad imperiosa de aprovechar el tiempo. Seguramente casi cualquier lector de este artículo ha sentido este malestar en alguna fase de su vida. No obstante, no nos afecta por igual a todos.

No estamos ante una patología, por lo que os animo a que dejemos fuera las etiquetas. Que este concepto simplemente sirva para entender un conjunto de conductas y patrones, no para definirnos en base a él.

Cualquier ciudadano inmerso en nuestra cultura occidental parte de unas bases de exigencia. Es decir, tenemos un factor externo, que es la cultura de la productividad, que nos influye a todos. No obstante, cada persona la gestionará de manera diferente. Y esto dependerá de la trayectoria vital de cada uno.

El ‘para qué’ de la cronopatía

¿Por qué se mantiene en el tiempo? Lo primero que hay que recalcar es que, la productividad y la ambición, no son perjudiciales en sí mismas. Una disciplina moderada es fundamental para conseguir objetivos. El control de impulsos y la voluntad son claves, no solo para una sociedad occidental, sino para la supervivencia del ser humano. Por ello, como en todo, es cuestión de intensidad. Así pues, quizás sería prudente reformular la pregunta: ¿Por qué se mantiene en el tiempo esta conducta con estos niveles de intensidad, aun siendo perjudicial para el individuo? ¿Qué función cumple a corto plazo? ¿De qué le protege? Esta es la paradoja de las conductas patológicas. No son buenas para nosotros, pero las mantenemos en el tiempo. Y esto es porque, a corto plazo, hay una serie de variables que están contribuyendo a su mantenimiento.

Veamos algunas que pueden estar detrás de la cronopatía:

  1. Fuente de autoestima. Si nuestro autoconcepto ha girado durante años en torno a la idea de que somos personas aplicadas y que se esfuerzan para conseguir objetivos, quizás nos exijamos de más y busquemos aprovechar cada segundo para mantener este equilibrio. Es decir, ¿qué pasaría con nuestra autoestima si dejásemos de hacerlo?
  2. La culpa. Quizás se nos haya educado en unos valores de hiperexigencia (familia, instituto…) de forma que nos invade la culpa cada vez que no cumplimos esos cánones. Así pues, pasar a la acción será una manera de huir de esa emoción y de cumplir las expectativas de nuestro entorno y de nosotros mismos.
  3. Refuerzo social. Como decíamos, el modelo de sociedad en el que estamos inmersos fomenta este patrón. Aun sabiendo que el exceso será malo para nuestra salud mental y física, seguramente las personas esclavas de esta conducta encuentren beneficios sociales a raíz de este comportamiento. Ya sea ascender en una empresa de tiburones o convertirse en la ‘chica perfecta’ de su entorno familiar. La propia sociedad refuerza esta conducta, pero también depende de los factores a los que esté expuesto el individuo de manera mas directa; ya sea el entorno familiar, laboral…
  4. Estrategia de gestión emocional. Si cada vez que paro conecto con el aburrimiento o con otra emoción desagradable, y, a su vez, he descubierto que el estar inmerso en miles de actividades y exigirme estar a la altura me permite desconectar de estas emociones, probablemente mantenga este comportamiento el tiempo. Esto a veces es un proceso más consciente y otras más inconsciente. Lo que está claro es que puede estar siendo mantenido porque se ha convertido en una estrategia de gestión emocional.
  5. Evitación y escape del malestar. A veces le permite a la persona ‘huir’ de sus problemas. Cuando paramos y descansamos, los pensamientos y las emociones nos invaden. Hay personas que no toleran conectar con la parte desagradable de estos eventos internos, de forma que encuentran en la conducta de ‘no parar’ una salida eficaz para olvidarse momentáneamente.

Estas son el tipo de variables que identificamos en terapia. Buscamos entender los factores que contribuyen al mantenimiento del problema, ya que desde ahí es donde podremos encontrar soluciones. ¿Te animas a probar con nosotros?

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