Después de un largo curso académico cargado de responsabilidades, ¡por fin llega el verano! Pero… ¿qué es el verano para un adolescente? Para un adolescente el verano es libertad.
Durante todo el curso, sueñan con reencontrarse con sus amigos del sitio de veraneo, salir de fiesta hasta las tantas, hacer excursiones, ir a la piscina o a la playa… sin horarios, sin prisas. Suena idílico, pero… entre tanta salida y entrada de casa, ¿Cuál es la frontera entre la diversión y las responsabilidades? Esta es una de las preguntas que me hacen los padres en consulta.
No nos podemos olvidar que los límites son necesarios no importa la estación o el momento del año que sea. Garantizan una buena convivencia en casa, nos aportan seguridad y estabilidad emocional, además de ser necesarios para generar una buena autoestima y el autoconcepto. ¿Por qué? Imaginémonos a nosotros mismos en medio de una habitación oscura en la que no entra ni un rayo de luz.
Probablemente buscaríamos las paredes para llegar a la puerta. Podríamos sentir incertidumbre, ansiedad, miedo, incluso enfadarnos o ponernos tristes. Esto es lo que produce la ausencia de límites. En cambio, en este mismo ejemplo, si en esa habitación hubiese alguien que nos acompañara a la pared, seguramente nos sentiríamos más seguros, la ansiedad, el miedo, la incertidumbre sería menor y tras alcanzar la puerta podríamos sentir alivio y orgullo por haber superado el reto, lo que nos haría sentir bien con nosotros mismos.
¿Cómo deben de ser los límites?
- Coherentes: Deben estar ajustados a las necesidades y capacidades del adolescente, ni por exceso ni por defecto.
- Flexibles: Deben estar abiertos a poder negociarse. ¡Ojo! Si se establece un límite hay que cumplirlo.
- Consecuentes: Tanto si se cumplen las normas o límites como si no, tiene que haber consecuencias a posteriori, para garantizar que se cumplan.
Pautas para padres
Estas son algunas de las pautas que recomiendo seguir a los padres de los adolescentes para poder poner límites, coherentes, flexibles y consecuentes.
1. Comprensión:
Retrocede en el tiempo a cuando eras un adolescente y empatiza con tu hijo, habla con él y escucha lo que te dice. Esto te ayudará a entender sus necesidades.
2. Negociación:
Esto no consiste en que una de las dos partes consiga lo que quiere, si no, al contrario, llegar a un acuerdo común, lo que implica que ninguno de los dos consiga plenamente lo que quiere. Además, negociar da autonomía y les ayuda a entender dónde están sus propios límites.
3. Refuerzo:
Los castigos están sobrevalorados. Algunos padres me dicen, es que es lo que tiene que hacer, no entiendo por qué tengo que premiarle por ello. A lo que yo les respondo; Tú tienes que trabajar y aun así, tener un salario o recibir un reconocimiento por parte de tu jefe siempre motiva.
Todos funcionamos por refuerzos y castigos, sin embargo, desde mi experiencia puedo decir que funcionan mejor los refuerzos. Estos no tienen que ser económicos, basta con un reconocimiento, un abrazo, unas gracias o un beso. De esta manera, la probabilidad de que se cumplan los límites será mayor.
Poner normas nunca ha sido una tarea fácil, por ello recomiendo acudir a un especialista. ¡NADIE NACE SABIENDO! En el Instituto Cláritas disponemos de profesionales que te pueden ayudar. Contacta con nosotros siempre que lo necesites.