Chico en un bosque tapándose la cara

Los 5 desafíos del duelo

Perder algo o a alguien significativo hace que nos choquemos de frente con la realidad de la vida: nada es permanente, es decir, al final vamos a perder todo, personas, vínculos, trabajos, proyectos, deseos, posesiones y un largo etcétera.

La pérdida es difícil porque llega a nuestra vida (muchas veces de manera inesperada) y la interrumpe. Este choque hace que se rompa nuestra identidad, la manera que teníamos de dar significados a las cosas, nuestros deseos y expectativas, apareciendo emociones y sentimientos con los que es muy difícil estar, como la rabia, la frustración, la culpa, también la nostalgia y la tristeza más profunda.

La persona que experimenta la pérdida se planta ante una realidad dolorosamente fragmentada y desorganizada, como si estuviera hecha añicos y que a veces se expresa con una sensación de no poder creer en un futuro, lo que resulta perturbador para la persona que lo siente. Muchos de quienes han sufrido una pérdida significativa experimentan un miedo a no ser los mismos que eran antes, arraigado en ocasiones a la sensación de que parte de ellos murió cuando perdió al otro o cuando perdió ese algo tan importante y que daba tanto sentido a su existir.

La persona que está en duelo vive un dolor que puede afectar a todas las dimensiones de su vida. Lo físico sufre, lo emocional se convulsiona, lo mental se tambalea, lo relacional se descoloca y lo espiritual se pone en jaque.

El duelo por lo tanto es un proceso inherente a la pérdida de algo o alguien significativo, que cada persona vivirá a su manera y que sirve para reorganizar el mundo y reconocerlo de otra forma (tanto el mundo exterior, como el interior). Es un proceso necesario para que la persona empiece a entenderse en una nueva situación, será algo así como: reinventarse. Nos hemos visto dañados y nuestro cuerpo pone en marcha un proceso de recuperación.

Neimeyer considera el duelo como un proceso activo, esto significa que el tiempo no lo cura todo, sino que cada persona tiene la capacidad y los recursos necesarios para, poco a poco, ir sanando la pérdida.

Este autor habla de 5 desafíos que la persona ha de superar sin un orden determinado:

  • Reconocer la realidad de la pérdida. Tiene que ver con aceptar y entender el momento en el que uno/a se encuentra.
  • Abrirse al dolor. Lograr un equilibrio entre el sentir y el hacer, es decir, sentir y expresar el dolor y poco a poco, prestar atención a otros aspectos de la vida.
  • Revisar nuestro mundo de significados. Integrar la pérdida revisando los valores y creencias que se han puesto en juego.
  • Reconstruir la relación con lo que se ha perdido. Lo que ayudará a crear otro tipo de conexión con lo perdido y a colocarlo en otro lugar.
  • Reinventarnos a nosotros/as mismos/as. Cambio interior basando en el aprendizaje de la pérdida y que conlleva un cambio profundo en la identidad. Porque no, no se vuelve a ser la misma persona.

Este proceso nos permitirá, tanto en los casos de pérdida imprevista como en los que puede anticiparse, adaptarnos gradualmente a la nueva realidad hasta el momento en que podamos aceptarla e integrarla en una nueva identidad. Es un proceso que puede ser largo, complejo y difícil, y sí, aunque el tiempo no lo cura todo, este es un elemento fundamental. Hay que dar y darse tiempo para la recuperación de una pérdida, no se puede exigir a otra persona ni a una misma que “debemos estar bien”. El proceso de recuperación es largo y con altibajos y va a depender de muchos factores.

Si estás transitando la pérdida de un ser querido, una ruptura de pareja, aquel proyecto que siempre deseaste y que nunca llegó, una enfermedad, el país del que tuviste que marchar… no tienes por qué pasar por esto solo/a, a veces el duelo se puede complicar y desde Cláritas podemos acompañarte a sanar.

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