Mano en el hombro

Por qué a veces nos resulta tan complicado perdonar

Perdonar no significa lo mismo para todo el mundo. Hay quienes consideran que perdonar supone dejar atrás lo sucedido evitando recordarlo, mientras que para otros implica un proceso mucho más costoso, ya que entra en juego la confianza que tienes hacia la persona que te ha hecho daño.

El perdón constituye una capacidad muy importante para las relaciones afectivas. Permite reparar el vínculo e incluso reforzarlo, debido al proceso interior que supone tanto el pedir perdón y asumir un error ante alguien, como perdonar lo que consideras una traición. Sin embargo, a veces nos resulta muy complicado aceptar las disculpas de alguien en quien habíamos depositado unas expectativas y, cuando estas chocan con la realidad, surgen emociones negativas como la decepción. Por ello, muchos se preguntan por qué a veces nos resulta tanto perdonar.

¿Por qué cuesta tanto perdonar a alguien?

A medida que vamos creciendo, acumulamos experiencias tanto positivas como negativas de nuestras relaciones afectivas, y vamos formándonos expectativas sobre las personas con las que nos vinculamos. Por ello, muchas veces las experiencias negativas pasadas nos infunden un miedo a que nos vuelvan a hacer daño y nos lleva a tener más dificultades en perdonar y confiar en los demás. Sin embargo, perdonar no se trata de un acto hacia el otro sino un acto hacia uno mismo, para poder liberarnos en nuestras relaciones presentes de las cargas del pasado.

De hecho, el perdón no siempre se alcanza, aunque exista la voluntad de querer hacerlo. Las experiencias pasadas y los sentimientos contradictorios hacia la otra persona (decepción, deseo de perdonar, miedo a que se vuelva a repetir, esperanza), pueden dificultar este proceso. Esto puede crear una incomodidad con respecto a nosotros mismos dado que, aunque queramos preservar la relación con esa persona tal y como estaba, nos sentimos incapaces de lograrlo.

Además, estos sentimientos son especialmente visibles cuando el acto que nos ha hecho daño es de gran importancia para nosotros o porque quien nos lo ha hecho es una persona muy relevante para nosotros. Ya habremos comprobado que cuando la relación no es tan estrecha o no esperamos mucho de la otra persona, el acto de perdonar es mucho más sencillo porque el dolor infundado es leve. Sin embargo, suele resultarnos muy complicado perdonar un daño de un familiar, amigo cercano o pareja, haciendo que nuestra confianza hacia ellos quede muy reducida o incluso rota.

Otro de los motivos es que lo concebimos como una forma de mostrar vulnerabilidad hacia el otro. Ofreciéndole nuestro perdón sentimos que corremos el riesgo de dejar a la otra persona vía libre para que vuelva a repetir lo que hizo, además de sentir que no le mostramos realmente el daño que nos hizo con su acto. A veces incluso sentimos que tenemos que permanecer más tiempo enfadados o repetirle lo que hizo continuamente para que sea consciente de la importancia que le damos al daño. Sin embargo, esto no es así. No somos responsables de la importancia que el otro vaya a darle a nuestro perdón, por lo que no se trata de cómo lo afronte la otra persona, sino de los sentimientos que nos produce perdonar y poder avanzar en la relación. Además, no se trata de sentir que estamos haciendo un favor a la otra persona o que aceptamos lo que hizo perdonándole. Se trata de asumir que cometió un error en un momento dado y no por ello tiene que ser la tónica habitual de esa relación a partir de ese momento.

¿Qué ocurre cuando se trata de perdonarnos a nosotros mismos?

Tratar de perdonarnos a nosotros mismos puede ser una tarea mucho más complicada que la de perdonar a una persona ajena. Esto se debe a que, por lo general, tendemos a tener un diálogo interno mucho más intenso y crítico que cuando se trata de un otro. Es por ello por lo que nos resulta más sencillo poder justificar las conductas del otro con respecto a una situación que cuando se trata de las nuestras propias, llevando a exigirnos y reprocharnos no haber sido capaces de acertar a la primera.

Asumir un error ante una elección que tomamos en el pasado puede llevarnos a experimentar sentimientos negativos como miedo a no volver a saber tomar la decisión correcta en el futuro, decepción o enfado e inseguridad hacia nosotros mismos (sentimientos parecidos a los que surgen hacia otro). Sin embargo, no se trata de machacarnos y anclarnos en la culpa de la decisión que tomamos y no podemos cambiar sino aceptar el pasado y utilizarlo como una experiencia que nos sirva de aprendizaje para el futuro.

Si crees que necesitas ayuda para poder aprender a perdonar o perdonarte en Cláritas podemos ayudarte. Contamos con terapeutas especializados que podrán acompañarte en este proceso.

Enviar WhatsApp