En la conversación social y mediática, los términos violencia de género y violencia doméstica suelen usarse de manera indiscriminada, aunque responden a definiciones y alcances diferentes.
De esta manera, comprender estas distinciones no es un mero ejercicio académico, sino que constituye un paso esencial para brindar respuestas adecuadas a quienes sufren maltrato.
¿Qué es la violencia de género?
La violencia de género se define, de acuerdo con la Ley Orgánica 1/2004 de Protección Integral contra la Violencia de Género en España, como todo acto de violencia ejercido sobre la mujer por quienes sean o hayan sido sus parejas o cónyuges, o por quienes estén ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia.
De tal forma, se trata de una manifestación de discriminación y de relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, que puede causar daño físico, sexual o psicológico, además de amenazas, coacciones o privaciones arbitrarias de libertad.
Tipos de violencia de género
La violencia de género tiene como víctima principal a la mujer, enmarcada en una realidad de desigualdad estructural.
Así pues, dentro de la violencia de género se contemplan múltiples formas de agresión, de modo que, la violencia física incluye empujones, golpes y cualquier acción que produzca daño corporal.
La violencia sexual abarca desde el acoso hasta la violación, mientras que, la violencia psicológica se manifiesta en insultos, humillaciones y manipulación emocional.
Además, existe la violencia económica o patrimonial, en la que el agresor controla o sustrae recursos financieros para someter a la víctima.
Todas estas formas de violencia de género tienen su fundamento en la relación de poder y dominación de un género sobre otro, y, a menudo, coexisten en un mismo contexto de maltrato.
Señales de alerta de violencia de género
Las señales más frecuentes incluyen cambios bruscos en el comportamiento de la víctima, miedo excesivo al agresor, aislamiento progresivo de la red de apoyo y pérdida de autonomía financiera.
De esta forma, la víctima puede justificar lesiones, tales como “accidentes” o minimizar el daño psicológico.
Asimismo, los celos y la vigilancia intrusiva por parte del agresor son indicadores tempranos de un patrón de control que suele escalar con el tiempo, de modo que, reconocer estos signos es el primer paso para intervenir antes de que la situación se agrave.
Diferencias entre violencia de género y violencia doméstica
La violencia doméstica, o intrafamiliar, es más amplia que la de género y se define como un patrón de conducta coercitivo y controlador que puede incluir maltrato físico, psicológico, sexual y/o abuso financiero, ejercido por cualquier miembro del entorno familiar o de convivencia, independientemente de su género.
En particular se diferencia de la violencia de género, debido a que el agresor puede ser hombre o mujer, mientras que, la víctima puede ser cualquier integrante del hogar, es decir, cónyuge, expareja, hijo, hermano, padre o conviviente.
Esta definición reconoce la imposición de poder y control en el ámbito familiar, sin limitarse a las relaciones de pareja.
Por su parte, la violencia doméstica comprende, al igual que la de género, maltrato físico y psicológico. Además, incluye el maltrato infantil y a personas mayores, cuando un miembro de la familia ejerce control o abuso sobre un menor o un adulto dependiente.
El maltrato puede expresarse a través de la negligencia, la sobreprotección asfixiante, la explotación económica o la intimidación.
En estos casos, el riesgo se extiende a poblaciones vulnerables que requieren protección especial.
En la violencia doméstica, las víctimas pueden mostrar lesiones inexplicables o frecuentes, síntomas de estrés postraumático, tales como pesadillas y sobresaltos, así como cambios súbitos en el rendimiento escolar o laboral.
Los menores afectados pueden presentar retraimiento, regresión en conductas, tales como, por ejemplo, volver a mojar la cama o dificultades de socialización, mientras que, las personas mayores suelen evidenciar desnutrición, deterioro físico o abandono emocional.
Como en la violencia de género, el aislamiento y el control de recursos son indicadores clave de un entorno abusivo.
Así pues, la principal diferencia radica en el origen y el significado de la agresión. La violencia de género se ejerce por hombres contra mujeres en el marco de relaciones afectivas, y tiene como trasfondo la desigualdad estructural y la discriminación sexista.
En cambio, la violencia doméstica se circunscribe al ámbito familiar o de convivencia, sin vinculación directa con la desigualdad de género.
Si bien la violencia de género es un subtipo de la doméstica, no toda violencia en el hogar se debe a relaciones de poder basadas en el género.
Esta distinción no es meramente semántica, puesto que, la violencia de género llevará aparejadas agravantes legales, tales como penas más severas y protocolos de actuación específicos, destinados a romper los ciclos de discriminación sistemática.
Por su parte, la violencia doméstica activa una respuesta de protección que abarca a cualquier víctima vulnerable dentro del hogar, incluyendo a niños, ancianos y personas con discapacidad.
Acciones recomendadas ante la violencia de género y doméstica
Entre las principales acciones recomendadas ante la violencia de género y doméstica, debemos mencionar las siguientes:
Reconoce las señales de alerta
Frente a cualquiera de estas violencias, el primer paso consiste en reconocer y validar las señales de alerta, tanto si somos testigos como si sospechamos que alguien cercano sufre abuso.
Reconocer el problema no implica juzgar a la víctima, sino escuchar sin prejuicios y ofrecer un espacio seguro donde pueda narrar su experiencia y sentir que su voz es respetada.
Establece una red de apoyo
Establecer una red de apoyo es fundamental, de modo que, las familias, amistades, vecindarios y colectivos sociales pueden jugar un papel decisivo al ofrecer acompañamiento práctico y emocional.
Compartir información sobre recursos, tales como líneas de ayuda, centros de atención y refugios, permite que la víctima no enfrente sola el proceso de salida del maltrato.
Al respecto, la cercanía afectiva y la certeza de no estar aislada constituyen factores protectores que facilitan la toma de decisiones valientes.
Busca apoyo profesional especializado
Cuando las circunstancias superan las habilidades de autocuidado y de apoyo informal, es imprescindible buscar ayuda profesional especializada.
Los psicólogos con experiencia en violencia de género y doméstica ofrecen intervenciones ajustadas a la realidad de cada víctima, combinando técnicas de terapia cognitivo-conductual, apoyo psicosocial y, de ser necesario, derivaciones a recursos jurídicos y de emergencia.
En definitiva, comprender las diferencias entre violencia de género y violencia doméstica y actuar con rapidez y empatía resulta esencial para frenar estas violencias.
Por lo tanto, validar el testimonio de la víctima, tejer redes de apoyo y recurrir a profesionales especializados son pasos clave para garantizar su seguridad y recuperación emocional.
De esta forma, solamente mediante una intervención adecuada y una sociedad atenta, podremos reducir el silencio, el miedo y la impunidad que mantienen viva esta forma de sufrimiento en nuestras comunidades.
Fuentes:
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