Trastornos alimenticios y comidas de Navidad

La época navideña, con sus luces, reuniones familiares y abundantes mesas, despierta sentimientos encontrados, puesto que, mientras para algunos es un tiempo de alegría, celebración y unión, para otros se convierte en un escenario de presión y ansiedad, especialmente para quienes luchan contra trastornos alimenticios.
Durante estas fechas, las tradiciones y expectativas sociales se entrelazan con complejas emociones, haciendo que sea un desafío aún mayor la gestión de la alimentación y la imagen corporal.

¿Cómo afectan los trastornos alimenticios en situaciones de las que no puedes escapar?

En las festividades navideñas, suele haber reuniones familiares, celebraciones y diversos rituales que, si bien en apariencia buscan el bienestar colectivo, lo cierto es que pueden llegar a generar un ambiente hostil para quienes viven con trastornos alimenticios.
Así pues, durante estas situaciones, la persona afectada se enfrenta a expectativas sociales y familiares que muchas veces invaden la intimidad y el espacio personal, de manera que, la constante presencia de comida en grandes cantidades, el debate en torno a los excesos o moderaciones, al igual que los comentarios sobre el cuerpo, pueden convertirse en disparadores que reviven miedos y conductas desadaptativas.
En las festividades, por lo general el entorno es difícil de eludir, de manera que,la persona no puede elegir aislarse en un contexto social con tradiciones tan arraigadas y simbólicas como la cena navideña o las reuniones familiares, lo que puede intensificar el estrés, la ansiedad y la sensación de pérdida de control, aspectos que son comunes en quienes padecen trastornos alimenticios.

¿Qué es un trastorno alimenticio?

Un trastorno alimenticio se define como un conjunto de comportamientos y actitudes disfuncionales relacionados con la alimentación, el peso corporal y la imagen corporal.
En este sentido, es posible evidenciar una variedad de manifestaciones clínicas, entre las que destacan la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracón.
Cada uno de estos subtipos presenta características particulares, pero comparten en común la presencia de una alteración significativa en la relación que la persona establece con la comida y consigo misma.
La anorexia nerviosa se caracteriza por una restricción extrema de la ingesta de alimentos, un intenso miedo a aumentar de peso, así como una percepción distorsionada de la imagen corporal.
De esta manera, las personas que sufren este trastorno, a menudo se someten a una disciplina rigurosa en cuanto a la alimentación, lo que puede llevar a deficiencias nutricionales graves y complicaciones médicas de alto riesgo.
Por su parte, la bulimia nerviosa se manifiesta mediante episodios recurrentes de ingesta excesiva de alimentos, además de comportamientos compensatorios que no son apropiados, tales como el vómito autoinducido, ejercicio físico compulsivo o uso excesivo de laxantes.
Finalmente, el trastorno por atracón se caracteriza por la presencia de episodios de ingesta excesiva de alimentos en un corto período de tiempo, acompañados de sentimientos de culpa y vergüenza, sin que necesariamente existan las conductas compensatorias que son propias de la bulimia.
Así pues, la baja autoestima, el perfeccionismo, la rigidez cognitiva y la dificultad para gestionar emociones intensas juegan un papel fundamental en el desarrollo y la perpetuación de estos trastornos.

¿Cómo ayudar a un familiar con trastorno alimenticio?

Cuando un ser querido se enfrenta a un trastorno alimenticio, la situación puede volverse emocionalmente abrumadora para toda la familia.
El temor de ver sufrir a alguien a quien se ama, sumado a la incertidumbre sobre cómo intervenir de manera eficaz, puede generar un clima de ansiedad y desesperanza en el entorno familiar.
Sin embargo, es posible transformar esa incertidumbre en una fuerza de apoyo y cambio positivo si se aborda la situación con empatía, conocimiento, así como sin juzgar.
La comunicación abierta y sincera es uno de los pilares fundamentales en el proceso de apoyo, siendo preciso hablar desde la empatía y sin imponer juicios o presiones, lo que permitirá que la persona que sufre el trastorno se sienta escuchada y comprendida.
De igual manera, es vital evitar comentarios que puedan interpretarse como críticas a la forma de comer o a la imagen corporal, puesto que este tipo de observaciones pueden reforzar los sentimientos de culpa y vergüenza que caracterizan al trastorno.
La paciencia y el respeto por el ritmo de la recuperación son elementos esenciales en la dinámica familiar, pues cada proceso es único y requiere un tiempo variable para consolidarse.
Por lo tanto, es fundamental reconocer que, aunque el apoyo familiar es determinante, no siempre es suficiente por sí solo para resolver el problema. La responsabilidad del proceso terapéutico recae en la persona afectada, y forzar una intervención o imponer soluciones sin que esta se encuentre dispuesta, puede tener efectos contraproducentes.

¿Cómo comportarnos ante alguien que sufre un trastorno alimenticio?

El trato hacia una persona que padece un trastorno alimenticio debe ser siempre respetuoso y considerado, reconociendo la complejidad y delicadeza del problema.
De tal manera, es imprescindible evitar actitudes condescendientes o sobreprotectoras, pues aunque nacen de la preocupación, pueden resultar en un sentimiento de pérdida de autonomía en la persona afectada. La clave reside en encontrar un equilibrio entre la empatía y el respeto por el proceso personal de recuperación.
El rol del familiar debe ser el de un facilitador, alguien que acompaña, anima y respeta los tiempos y decisiones del ser querido en su camino hacia la recuperación.
En este sentido, el ambiente en el hogar también debe adaptarse para convertirse en un espacio seguro y libre de presiones innecesarias. Esto implica evitar conversaciones centradas exclusivamente en la dieta o el peso, y en cambio, promover actividades que fortalezcan la autoestima y la conexión emocional.
Las reuniones familiares durante la Navidad pueden planearse de manera que se prioricen los vínculos afectivos por sobre la comida. Esta reorientación del foco, de la apariencia física a las relaciones y experiencias compartidas, puede aliviar parte de la tensión que habitualmente acompaña a las festividades.
Así pues, la Navidad, en lugar de ser vista como un obstáculo, puede transformarse en una oportunidad para fortalecer los vínculos afectivos y reafirmar el compromiso con la salud emocional y física.

Fuentes:

  • https://infocenter.nimh.nih.gov/sites/default/files/2022-01/trastornos-de-alimentacion-un-problema-que-va-mas-alla-de-comida_0.pdf
  • https://consaludmental.org/publicaciones/Trastornosalimentarios.pdf
  • https://www.nationaleatingdisorders.org/sites/default/files/ResourceHandouts/Consecuenciasdesaluddelostrastornosalimenticios.pdf
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