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Adultocentrismo: Qué es y cómo puedes evitarlo

El término adultocentrismo es relativamente nuevo, quizás por eso no te resulte familiar. Incluso es probable que hasta lo lleves a cabo. Hace referencia a un tipo de poder asimétrico en una relación social, donde es el adulto quien, por el mero hecho de serlo, tiene dicho poder. Por ende, lleva a entender, que los adultos tienen más derechos que los menores que incita a una obediencia ciega y en la que se utilizan métodos que, si nos paramos a pensar, serían cuestionables desde el punto de vista moral.

Pongamos un ejemplo: “Porque lo digo yo y punto” de un padre a un hijo como forma de zanjar una conversación, “cuando seas padre comerás huevos” del refranero popular o la utilización de la violencia física para conseguir algo.

Esta dominación sobre los niños y adolescentes es una práctica social arraigada que ha ido girando siempre en torno a la idea de que el adulto, por el mero hecho de serlo, posee la verdad, no se equivoca, es el dueño de todo lo que el niño tiene y posee el control de la vida de los menores.

El adultocentrismo no es sólo una práctica individual, sino que es un modo de organización social, tal y como plantea el sociólogo chileno Claudio Duarte (2012, 2015). Es decir, es en la forma en que se relacionan las generaciones donde recae el problema, siendo la edad una especie de categoría que implica si se han alcanzado unos derechos, deberes y patrones de conducta.

Es por esto por lo que se sostienen los estereotipos generacionales tales como que los niños son inmaduros, dependientes, incompletos e incluso incompetentes; los adolescentes son apáticos, impulsivos, desordenados, irracionales y emocionales; y que los adultos son maduros, autónomos, competentes, racionales y autoritarios. Así como ocurre con las atribuciones sexuales en función del sexo de las personas, en los grupos generaciones ocurre lo mismo, teniendo en cuenta la edad.

Consecuencias del adultocentrismo:

Esta forma de ejercitar el poder tiene consecuencias directas, en primer lugar, en los niños. Frases como “ya lo entenderás cuando seas mayor” hacen pensar al niño que es el adulto quien, además del poder, tiene la inteligencia y la capacidad de comprender y predecir los distintos eventos de la vida. No solo se les priva de autonomía, sino que se les priva de la capacidad de pensar por sí mismos y de generarse ideas adecuadas y adaptativas del mundo.

Cualquier imposición de opinión deja a los menores en una posición de pasividad, negándoles el poder controlar e ir cogiendo las riendas de su vida. Pero también encontramos que los niños aprenden que los conflictos se resuelven agrediendo, que son malos y que merecen ser castigados, en vez de centrarse en que son buenas personas que hacen cosas malas, lo que genera una baja autoestima a la larga. También, indirectamente, se les enseña que es a través de la violencia y la fuerza como se consiguen las cosas en la vida.

La necesidad de ser niño:

 Hoy en día, es algo extendido, que todos estamos de acuerdo en que los niños deben gozar de protección y de ciertas facilidades para poder desarrollarse en plenitud, y es sobre esta base sobre la que se desarrolla la convención de los derechos de la infancia.

Aunque hayamos reconocido a los niños como seres de derecho, a menudo estas practicas adultocentristas no son consideradas formas directas de violencia contra los niños al no ser comparables ni ser tan evidentes como el trabajo o esclavitud infantil, pero en el fondo, lo son. Hoy en día se habla de los derechos de la infancia no por lo que son, sino por lo que llegarán a ser: adultos.

Muchas veces vemos en psicoterapia cómo los problemas de los niños son tratados al margen de los de los adultos, como si estos no tuviesen influencia alguna en ellos. Y muchas veces, nos encontramos con estas prácticas adultocentristas en el centro del problema.

Desde Instituto Cláritas buscamos generar una mirada de comprensión en los padres y ayudarles a entender sus propios comportamientos y los de sus hijos, enseñando cómo todo influye dentro del sistema, y como la repetición de patrones de sus propios progenitores no es la forma de hacer las cosas.

 Si sientes que hay ciertos aspectos del adultocentrismo en ti y quieres cortarlos de raíz, o que hay conflictos de tu propia infancia que proyectan una forma de ser que no te gusta, desde Instituto Cláritas podemos ayudarte a dejar a un lado la proyección de la rabia, tristeza o frustración contenida sobre tus hijos y darte una mirada compasiva y comprensiva hacia ti mismo y hacia tus hijos.

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