Quien pensara que con el aislamiento se reduciría la presión social estaba equivocado, tal y como adelanta Olga Fernández-Velilla, psicóloga especializada en los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) en el Instituto Psicológico Cláritas. “Desde los medios de comunicación y las redes sociales hubo una sobrecarga de mensajes relacionados con el cuerpo, el aspecto físico y la alimentación. Seguro que a nadie se le han olvidado las historias en Instagram de nuestros contactos sin parar de hacer actividades, mostrando su mejor cara y no siempre la real. Los cambios en las rutinas, el aislamiento social, la incertidumbre y el aumento del uso de las redes sociales, única vía de comunicación con el exterior, hicieron que las personas que sufrían un TCA viesen empeorada su sintomatología. También generó el caldo de cultivo perfecto para que la gente que atravesaba un momento vulnerable, que se sentía insegura y/o que tuviese una alta necesidad de deseabilidad social, pudiese desarrollar un TCA”. […]