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¿Cómo reducir el estrés y la ansiedad?

¿Qué son el estrés y la ansiedad?

Son las respuestas que da nuestro organismo al interaccionar con el entorno. Son emociones que nos avisan de que algo está ocurriendo. Las emociones son una brújula, cuando aparecen es importante mirarlas y reflexionar sobre lo que no están indicando. ¿Verdad que cuando tenemos fiebre sabemos que toca cuidarse? La ansiedad es un mecanismo de nuestro organismo que se rige por los mismos principios.

Esta emoción, como cualquier otra, no es negativa. En determinadas situaciones puede resultar de lo más funcional. Ahora bien, cuando su intensidad, frecuencia y/o duración son demasiado elevadas, y cuando su aparición se da en contextos donde no procede, podríamos estar hablando de un problema.

Entonces, ¿cómo podemos reducir nuestros niveles de ansiedad y de estrés?

Vayamos punto por punto:

  1. Observemos la emoción. ¿Por qué aparece? ¿De qué nos está informando? ¿Qué tengo que quitar o añadir en mi vida?

  2. Aceptemos el sufrimiento. No queremos que desparezca nuestro estrés y ansiedad al completo. Queremos que se presente con menor intensidad, en los contextos donde nos sirva, no tan frecuentemente y con una duración mucho menor.

    Aceptar la ansiedad implica aprender a convivir con ella. Si asumimos que está ahí, aunque nos moleste, quizás solo condicione nuestro día y no lo determine.

    No queremos controlar nuestras emociones. Eso es imposible. El objetivo es aprender a regularlas. Desde la acción y nuestra forma de relacionarnos con ellas, podemos influir sobre nuestro bienestar psicológico.
  1. Compasión y empatía hacia uno mismo. Tienes todo el derecho a sentirte mal. El sufrimiento es parte de la vida. Acepta tu dolor y cambia sólo lo que esté bajo tu control.

  2. Mucho autocuidado. Revisa tu calidad de sueño, tu alimentación, tus hábitos y rutinas, el deporte que haces… Todo esto es la base para un buen bienestar psicológico.

  3. Pide ayuda. Piensa en esas personas con la que creas que puedes contar y comunícaselo. Intenta no aislarte.

  4. Toma conciencia de cómo interpretas tus experiencias vitales. Aunque las situaciones condicionen cómo nos comportamos y cómo nos sintamos, no son determinantes. Entre la situación que vivimos y nuestra emoción, está nuestra lectura de la realidad.

    Ser conscientes de esa interpretación y empezar a cuestionarla, puede ayudarnos bastante. Por ejemplo, si cada vez que nos duele la espalda, nos decimos: “Ya estamos otra vez. Siempre estoy igual. Va a ser un día horrible”, ¿cómo nos sentiremos? Fatal, ¿verdad?

    Ahora bien, ¿y si empezamos a observar y debatir ese pensamiento?: “Anda, mira lo que estoy pensando a raíz de este dolor de espalda. Es verdad que es muy molesto, pero no estoy siempre igual. Además, mi día no tiene por qué ser horrible solo por el dolor de espalda. Veremos cómo evoluciona.

    El objetivo no es controlar o evitar el pensamiento. Eso es prácticamente imposible. La clave es ser conscientes de que existe. Detectar que nuestro malestar no sólo se da por la situación, si no por cómo miramos a que lo que nos está ocurriendo. Una vez seamos conscientes de esta parte, podremos debatir y quitar poder a ese pensamiento.

    Sabemos que no es fácil. Este debate de pensamientos requiere práctica. Quizás las primeras veces no es del todo exitoso. Os animamos a que lo intentéis. Veréis que con el tiempo sí da resultados.


  5. Reflexiona sobre cuáles son tus miedos y explora en qué aspectos de tu vida te están frenando. Cuando nuestros miedos nos llevan a conductas de escape o evitación de un potencial malestar, sin darnos cuenta estamos alimentando al monstruo. Es decir, si, por ejemplo, tengo miedo a salir de casa por si me ocurre algo grave y, en consecuencia, cedo a ese miedo y me quedo en mi salón, ¿qué pasará? Estaremos echando leña al fuego.

    Jamás descubriremos que somos perfectamente capaces de salir de casa y lidiar con el malestar que nos genera. Y, sobre todo, nunca nos habituaremos al miedo. Nunca conseguiremos que desaparezca.

    Por ello, tras esa reflexión de qué aspectos de tu vida se ven frenados por esos miedos, tocará empezar a exponerse; siempre de manera gradual. De lo fácil a lo difícil.

  6. Explora tus áreas vitales: social, familiar, pareja, trabajo, estudios, ocio, autocuidado, rutina… ¿Qué falta? ¿Qué sobra? ¿Qué está bajo tu control que puedas cambiar? ¿Tus ideales son demasiado ambiciosos?

Y si todo lo anterior no funciona, ¿qué podemos hacer?

Si no puedes hacerlo solo, la terapia siempre es una buena opción. Desde Cláritas, ofrecemos un servicio de psicoterapia especializado en estrés y ansiedad. ¡No dudes en llamarnos!

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