mano bajo el agua

¿La ansiedad puede transformarse en depresión? Cómo las preocupaciones desgastan a nuestro cerebro

La depresión se caracteriza por un estado de tristeza y una pérdida de interés en actividades tanto nuevas como aquellas que anteriormente eran atractivas y placenteras para la persona. Sin embargo, ¿cómo surge un episodio depresivo?

La depresión desde la biología

Gracias a la neurociencia, hoy podemos entender la depresión no sólo como un conjunto de síntomas observables (como la apatía, la falta de motivación, o un estado anímico apagado),   como una desregulación neuronal de nuestro cerebro. Es decir, de la misma forma que podemos tener fiebre o vómitos ante una infección (como síntomas externos), en un análisis de sangre aparecerán señales de que a nivel celular tenemos un exceso de anticuerpos luchando contra la infección.

Las moléculas que provocan la aparición de síntomas depresivos cuando sus niveles son bajos son las siguientes:

  • La noradrenalina, que genera síntomas relacionados con la lentitud al movernos, o que un mismo gesto nos suponga esfuerzo mayor de lo normal.
  • La serotonina genera sentimientos de culpa y dolor emocional o sufrimiento.
  • La dopamina hace aparecer sentimientos de anhedonia o pérdida de placer e interés general.

Estos tres tipos de moléculas a su vez pueden estar afectadas por otras ajenas al sistema nervioso. Por ejemplo, el hipotiroidismo puede provocar un episodio depresivo  Es decir, la depresión puede ser fruto de cambios en otras partes del cuerpo que a su vez influyen en nuestro sistema nervioso. Pero ¿los pensamientos pueden llegar a influir en nosotros de esta misma forma?

Lo que pensamos es escuchado e interpretado por nuestro cerebro

El cerebro escucha nuestros pensamientos a través de la conexión que existe entre los tres sistemas principales del cerebro: el área reptiliana, el sistema límbico y el córtex prefrontal explicados a continuación:

  • El área reptiliana, un área primitiva que regula procesos inconscientes y básicos, como la respiración cuando no pensamos en ella conscientemente, la temperatura corporal… Es el área más interna del cerebro.
  • El sistema límbico, que controla los niveles hormonales y de dónde surgen nuestras experiencias emocionales. Por ejemplo, respuestas de activación y estrés ante amenazas, o las emociones como la ira, sorpresa, asco, alegría, tristeza y el miedo. Este área se encuentra entre el córtex cerebral (la corteza externa que recubre el cerebro) y el área reptiliana.
  • El córtex cerebral donde se genera la consciencia gracias a la unión de todas las áreas. Por este área podemos tener una sentido del yo y entender el concepto de futuro entre otras funciones.

El sistema límbico, el área que responde a eventos externos e internos, también se activa ante lo que imaginemos en nuestra mente, dado que el córtex afecta a este sistema. Cuando en imaginación creamos una escena que nos genera alegría, sentimos brevemente alegría. De la misma forma que si recordamos algo triste, nos sentimos temporalmente tristes.

En el caso en el que estemos fijados constantemente en un recuerdo doloroso o entramos en contacto con objetos, lugares o situaciones que nos recuerdan a estas memorias dañinas, nuestro cerebro las revive como si fuesen reales. La intensidad no es la misma que experimentar ese dolor por primera vez, pero la recurrencia de pensamientos o recuerdos negativos puede acabar desregulando nuestros niveles de dopamina, noradrenalina y serotonina. De hecho, las hormonas del estrés influyen en la aparición de síntomas depresivos al disminuir los niveles de dopamina y las personas que padecen depresión presentan este tipo de hormonas en niveles muy elevados.

Entender el cerebro humano es un asunto complejo. Sin embargo, si te sientes identificado con cómo crees que afectan tus pensamientos a tu estado de ánimo, o bien necesitas ayuda con síntomas depresivos o ansiosos, en el Instituto Cláritas podemos ayudarte. En Cláritas aprenderás a entender a tu cuerpo, conocer los motivos por los que te sientes así, y practicar técnicas tanto para disminuir los síntomas más inmediatos como para trabajar con los desencadenantes del malestar. Crecer psicológicamente depende tanto de curar las heridas pendientes como de madurar y cuidarnos.

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