Creer en una víctima de violencia de género no es un acto de simple empatía, sino una necesidad psicológica y social que influye decisivamente en la recuperación de quien ha sufrido agresiones.
De tal manera, vivir en un entorno en el que se minimiza o niega el testimonio de la víctima prolonga el trauma, refuerza la culpa e incluso, puede poner en riesgo su integridad física y mental.
¿Por qué es crucial creer en las víctimas de violencia de género?
Desde la infancia, aprendemos a confiar en palabras y gestos para crear un mapa de la realidad, razón por la que, cuando falla esa confianza, el suelo bajo nuestros pies se vuelve inestable.
Por ello, comprender por qué es tan esencial validar la experiencia de las supervivientes y explorar los obstáculos que enfrentan las familias, al hacerlo resulta un paso crucial para transformar la cultura del silencio en una cultura de cuidado y protección.
Así pues, es indiscutible la importancia de conocer la violencia de género, debido a que, constituye un problema de salud pública y de derechos humanos que afecta a cerca de una de cada 3 mujeres en el mundo a lo largo de su vida.
Por lo tanto, son muchas las mujeres que han sido una víctima de la violencia de género, debido a que, estas han sufrido violencia física o sexual por parte de su pareja o de un agresor no vinculado a su relación.
Así pues, la violencia no es un fenómeno aislado, sino sistémico, de modo que su denunciación debería ser recibida con la urgencia que merece.
Al creer en una víctima de la violencia de género, no solamente reconocemos su dignidad, sino que facilitamos su acceso a redes de apoyo y recursos médicos y jurídicos que pueden salvar vidas.
El impacto de la desconfianza en las víctimas
Cuando una mujer decide romper el silencio y narrar su experiencia, enfrenta un momento de extrema vulnerabilidad.
Si su relato es recibido con incredulidad, el daño emocional se profundiza de manera inmediata.
En este sentido, la desconfianza por parte de familiares y profesionales agrava los síntomas de estrés postraumático, incrementa la sensación de aislamiento y refuerza el sentimiento de culpa, perpetuando el ciclo de la violencia.
De tal manera, en muchos casos, la víctima de la violencia de género llega a interiorizar las dudas del entorno, convencida de que su versión no es suficientemente sólida, lo que retrasa la búsqueda de ayuda y puede agravar las lesiones físicas y el deterioro de la salud mental.
El papel del entorno cercano en la decisión
Para una persona que sufre maltrato, el entorno familiar actúa como el primer filtro de validación.
Un hijo, una hermana o una madre que escucha con credibilidad y sin juicios, crea un espacio de seguridad en el que se puede reconstruir la propia narrativa.
Por el contrario, la indiferencia o los comentarios escépticos, tales como ¿estás segura?, o quizá estás exagerando, ponen en marcha mecanismos de autodefensa que llevan a la víctima de violencia de género a retractarse o silenciarse por completo.
La presencia de un interlocutor comprensivo, que no cuestione las emociones ni los hechos narrados, siendo un factor decisivo para que la persona agredida recurra a servicios de atención, terapia psicológica y, en su caso, denuncie el delito ante las autoridades correspondientes.
Desafíos familiares: la dificultad de creer a un ser querido
En el núcleo familiar, creer en la víctima de violencia de género choca con vínculos emocionales y dinámicas de protección tradicional.
A menudo, el escepticismo con relación a qué es la violencia de género surge de un deseo de proteger al agresor, especialmente si este es un miembro respetado o de la misma sangre.
Por ejemplo, cuando una hija acusa a su padre o una madre denuncia al esposo, la familia sufre una crisis de lealtades que puede derivar en conflictos abiertos.
Una manera de cómo reiterar la importancia de la violencia de género consiste en tener la habilidad para reconocer que alguien cercano ha cometido un acto de esta clase, lo que implica cuestionar la propia historia y las imágenes internas que hemos construido de ese individuo, tratándose de un proceso tan doloroso como necesario.
La negación y el escepticismo en el núcleo familiar
La negación se presenta como un escudo frente a la disonancia cognitiva: resulta más fácil pensar que la agresión fue un malentendido o un comportamiento aislado, antes que aceptar que un ser querido puede causar daño físico y emocional grave.
Este mecanismo de defensa (profundamente humano), disminuye el malestar inmediato de la familia, pero perpetúa la vulnerabilidad de la víctima de violencia de género.
Así pues, la psicología familiar resalta que el escepticismo sostenido puede generar rupturas irreparables, ya que la confianza una vez rota, es difícil de recomponer.
De esta manera, la propia familia que debería ser refugio, se convierte en un escenario de revictimización.
La ruptura de relaciones familiares por la violencia de género
Cuando la familia finalmente decide creer en la víctima de violencia de género, esas mismas estructuras protectoras pueden desmoronarse.
Hijos que abandonan el hogar para escapar de un ambiente hostil, parejas que se separan tras años de convivencia, hermanos que rompen lazos por defender la integridad de la hermana agredida: todos estos escenarios son parte del doloroso proceso de reparación.
Al respecto, la ruptura familiar aumenta los niveles de estrés y ansiedad en las víctimas, que se ven forzadas a reconstruir su red de apoyo en un momento crítico.
No obstante, aunque la separación sea traumática, constituye un paso imprescindible hacia la protección y la sanación.
Querer como espejo de la realidad: lecciones sobre la violencia de género
Saber cómo identificar un caso de violencia de género y creer en las víctimas, se trata de un acto de coraje que invita a examinar no sólo la conducta del agresor, sino las propias creencias y prejuicios.
Cuando cuestionamos por qué dudamos de un testimonio, nos enfrentamos a construcciones culturales que minimizan a la mujer y adjudican la responsabilidad de la agresión a su forma de vestir, actitud o humor.
Estas narrativas culpabilizadoras forman parte de un discurso social que normaliza la violencia y deja intactos los desequilibrios de poder.
Lecciones de los personajes que dudan de la víctima
La literatura, el cine y las series de televisión a menudo muestran a personajes que, al principio, rechazan la versión de la víctima de violencia de género.
Sin embargo, el desarrollo de la trama suele exponer las contradicciones de quienes se niegan a ver la verdad.
Al analizar estos personajes, podemos aprender que la duda nace de un miedo profundo, de forma que, el temor a perder el control o cuestionar el propio código moral.
La transformación de estos personajes (su paso de la incredulidad al apoyo), sirve de espejo para nuestra sociedad, mostrándonos que la decisión consciente de creer al cien por cien en la víctima equivale a abrazar la justicia y la compasión, pilares indispensables para erradicar la violencia de género.
En conclusión, es imperativo saber identificar a la violencia de género para estar en capacidad de apoyar a quienes denuncian este tipo de agresiones.
Además, hay que ir más allá de un gesto solidario, desechando prejuicios, revisando vínculos y reconstruyendo redes de confianza.
Una víctima de violencia de género necesita saber que su voz es escuchada, respetada y valorada, tanto para su recuperación emocional como para la prevención de futuras violencias.
Solamente de esa manera podremos avanzar hacia un modelo de convivencia basado en la igualdad y la dignidad.
Fuentes:
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