hombre tocandose la cabeza

Mi ansiedad cada vez va a más ¿qué puedo hacer?

¿Por qué mi ansiedad va a peor?

La ansiedad, tal y como hemos expresado en artículos anteriores, es una respuesta normal ante determinadas situaciones. Es decir, en sí misma no es perjudicial. Es un mecanismo que nos permite alcanzar muchos de nuestros objetivos vitales.

Ahora bien, cuando se vuelve demasiado intensa, frecuente y duradera, puede ser muy paralizante. La causa de esto se debe a una combinación de multitud de factores (predisposición genética, estrés, accidente, enfermedad de un familiar…).

Cuando alcanzamos estos niveles de ansiedad, se produce lo que los psicólogos denominamos ‘miedo al miedo’. Empezamos a anticipar y a sufrir ante posibles episodios futuros de angustia.

Esto nos lleva a emitir todo tipo de conductas, o a dejar de realizar comportamientos que antes hacíamos, para intentar ganar algo de control sobre nuestro malestar. Por ejemplo, podemos tomar la decisión de dejar de ir a sitios que antes nos encantaban pero que ahora nos producen miedo. O incluso servirnos de drogas como estrategia para evadirnos y no conectar con ese sufrimiento.

Estas conductas, aunque a corto plazo nos pueden generar alivio, paradójicamente están en el foco del problema. ¿Por qué? Para dar respuesta a esta pregunta es importante comprender cómo funciona la ansiedad.

Los momentos en los que experimentamos esta emoción no tienen una duración ilimitada. Su progresión tiene forma de curva. Ante una situación amenazante o que, al menos, es percibida como tal, esta se activa y empieza a incrementar hasta alcanzar un tope, a partir de cual empieza a descender. Imaginaos la posibilidad de vivir con ansiedad eternamente. Nuestro organismo no lo soportaría, de ahí que tengamos mecanismos innatos que pongan límites a nuestras emociones.

Por ello, cuando emitimos este tipo de conductas mencionadas en párrafos anteriores, aunque el alivio inmediato nos dé sensación de control, no nos permiten comprobar que la ansiedad disminuye por sí sola. Sin la necesidad de que nosotros hagamos nada.

Esto puede derivar en consecuencias perjudiciales, ya que nos hace dependientes de comportamientos que implican renunciar a aspectos importantes de nuestra vida (ej., dejar de ir a sitios, tener que recurrir a drogas, entre otras); generando daños sobre nuestro autoconcepto y autoestima.

Además, no tener la oportunidad de comprobar que la ansiedad tiene un límite, da pie a todo tipo de interpretaciones catastrofistas sobre dicho malestar. Favorece una magnificación del problema.

¿Qué podemos hacer?

La clave está en no huir de la ansiedad. Es decir, identificar ese conjunto de acciones que nos dan una sensación subjetiva de control y tratar de reducirlas gradualmente. En otras palabras, la receta del éxito está en la exposición. Siempre y cuando sea seguro, realizar aquellas actividades desencadenantes que antes evitábamos.

El objetivo será experimentar episodios de ansiedad, pero sin emitir esas conductas que, hasta ahora, nos han generado ese alivio a corto plazo. Te animamos a que, aunque al principio requiera esfuerzo, inviertas a largo plazo y te habitúes a la sensación de malestar producto de esta emoción. Verás como poco a poco va dando frutos.

Nuestro consejo es una exposición gradual: empieza por las conductas que te generen menos miedo y ve escalando. De esta forma, irás conectando con esa angustia y habituándote a la sensación.

Para terminar, aunque creamos en la resiliencia del ser humano, sabemos que la propuesta es difícil. Si crees que la terapia puede ser un recurso para conseguir este objetivo, no dudes en contar con el equipo de Cláritas.

ESTAMOS CERCA DE TI

Elige el tipo de sesión que más se adapte a tus necesidades y empieza ya a sacarte partido con Cláritas.

Enviar WhatsApp