mujer en un aeropuerto

El retorno al país de origen

Muchos fantaseamos con la posibilidad de irnos a vivir al extranjero, con todo lo que aprenderemos, nos aportará y nos cambiará la experiencia. Cuando lo hacemos, incluso también pensamos en la parte negativa de hacerlo, echar de menos a los seres queridos, dejar atrás tus costumbres y tu rutina…

Pero pocos piensan o saben acerca de las dificultades de volver a casa tras esa experiencia. Al principio, es todo alegría, fiestas de bienvenida, abrazos, volver a comer eso que tanto te gusta y nunca encontrabas en tu país de acogida, etc. No obstante, todo eso se diluye y esa primera burbuja explota antes de que te des cuenta. De repente, te ves en un lugar que creías conocer muy bien pero que ha cambiado por completo, con amigos y planes que han dado un giro de 180º.

La cuestión es que no solo el contexto ha cambiado si no que tú también lo has hecho y cuanto más tiempo pases fuera, mayor será el impacto a la vuelta.

En ese momento es cuando empieza el retorno real, lo que se conoce como choque cultural inverso, la readaptación a un lugar que considerabas tuyo pero en el que te sientes un extraño. Empiezas incluso a añorar tu ciudad de acogida de la que tanto querías salir. Es algo muy intenso porque ataca directamente a pilares fundamentales de nuestro bienestar cómo nuestra identidad y nuestra autoestima. Nos genera sentimientos ambivalentes, opuestos.

Y te preguntas: ¿Cómo es posible todo esté tan igual y a la vez tan distinto?, ¿Por qué me siento un extraño en mi propio país?, ¿Alguna vez me volveré a sentir cómo antes? O  ¿Cuál es mi hogar? Todas estas preguntas se podrían resumir en una ¿A dónde pertenezco?

El sentimiento de que no encajas en ninguno de los dos lugares de residencia es muy típico y nos puede arrastrar a la soledad. Tenemos que hacer esfuerzos por adaptarnos, no caer en el aislamiento pero sin dejar de lado todo lo que hemos cambiado o aprendido en la otra cultura.

Hay que reencontrarse y reconciliarse con el país de origen. Para ello, la paciencia será tú mejor aliada, es un proceso largo, tienes que volver a vincularte igual que hiciste cuando llegaste al país de expatriación, es como una segunda migración.

¿Cómo hacerlo?

  • Redescubre tu ciudad: vuelve a los restaurantes que te gustaban, conoce bares o restaurantes nuevos, pasea por tu barrio o lugares que te gusten cómo si fueses un turista.
  • Aprende a valorar más tu cultura de origen: disfruta de todas aquellas cosas que añorabas cuando estabas lejos.
  • Reencuéntrate con familiares y/o amigos: pasa tiempo con la gente a la que echabas de menos, descubren cómo han cambiado o en la relación descubre cómo has cambiado tú.
  • Conoce gente nueva: realiza actividades dónde puedas conocer gente nueva más afín a la persona en la que te has convertido.
  • No descuides tus aprendizajes o tus amistades construidas en el proceso.

La confusión, la frustración o la ansiedad son algunas de las emociones más comunes que pueden ir asociadas a este proceso. Lo habitual es que el malestar se reduzca con el paso del tiempo. Si no es así y nos sentimos desbordados quizás necesitemos ayuda profesional de un psicólogo especializado, no siempre tenemos que poder con todo solos.

Si este es tu caso o el de tu familia, en Cláritas podemos ayudaros.

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