Cuando somos niños estamos continuamente escuchando el “no” de nuestros padres o profesores. Poco a poco vamos aprendiendo a tolerar situaciones que no nos gustan y desarrollando herramientas que nos ayudan a combatir la frustración y saber gestionar todas las emociones desagradables que se nos presentan cuando algo sale al revés de lo que esperábamos.
Sin embargo, cuando nos hacemos adultos hay veces que somos nosotros mismos quienes nos ponemos las metas y la presión, lo que hace que perdamos la perspectiva y ya no sepamos gestionar esa frustración como lo hacíamos cuando éramos niños.
¿Qué es la frustración?
La frustración es la respuesta emocional desagradable que se genera ante la imposibilidad de cumplir con un deseo, una necesidad, una idea o una expectativa que nos habíamos planteado. Y cuando esto pasa, solemos reaccionar emocionalmente con rabia, decepción, ansiedad, desesperación, una sensación de vacío no saciado, etc.
Entonces la frustración aparece cuando no nos conformamos con lo que pasa en la vida real cuando lo contrastamos con nuestras expectativas.
¿Cuál es la función de la frustración?
Como todas las emociones, la frustración también tiene su función. Sirve como una alarma que nos muestra que hay deseo o una necesidad que quiero satisfacer y no lo he conseguido.
También estimula en nosotros determinados procesos que van a tener como finalidad que nos vayamos adaptando a las dificultades específicas que nos vamos encontrando para conseguir satisfacer aquello que deseo o necesito.
Nos moviliza para generar respuestas más o menos adaptativas para conseguir lo deseado. Es decir, para seguir intentando o cambiar las estrategias con las que estaba intentando alcanzarlo y no pude.
¿Cómo surge la frustración en nosotros?
La frustración es una respuesta primaria, que lo que quiere decir es que todas las personas vamos a sentirla alguna vez cuando hay una interferencia frente a la persecución de un objetivo propuesto.
El origen de sentir frustración no está en las dificultades externas de conseguir lo deseado, sino en la forma en que nosotros entendemos esa frustración y nos adaptamos. Por lo que es importante destacar que la mayoría de las veces, lo fantaseado no es igual a la realidad, por lo van a haber muchos momentos a lo largo de nuestra vida en los que aparecerá la frustración.
No todos sentimos frustración ante las mismas circunstancias y reaccionamos de la misma forma. Cada persona podemos experimentar frustración según los diversos factores en los que nos hemos visto involucrados en nuestra historia personal, nuestras vivencias, educación, etc.
Aprender a tolerar la frustración es necesario para madurar. Frustrarnos es muy positivo a largo plazo porque nos enseña a relacionarnos con el mundo. Nos enseña a entender los límites que los demás ponen sobre nosotros. Y entender por qué nosotros tenemos que marcar nuestros límites y por qué es saludable hacerlo.
Recomendaciones para entender nuestra frustración
- No pensar que las emociones intensas de ese momento van a durar una eternidad, aunque así parezca. Todas las emociones suben a su punto máximo y descienden hasta desaparecer.
- Al igual que con un deporte, para lidiar con cualquier emoción la clave está en la práctica. Por lo que voy a tener que aprender a equivocarme y a frustrarme muchas veces a lo largo de mi vida para así ir tolerando mejor la frustración.
- Descubrir cómo yo quiero que esa frustración me acompañe. Es decir, lo más saludable sería ser tolerante conmigo mismo y darme más ayudas y maltratarme menos. Por ejemplo, recordando que la frustración puede ser nuestra compañera, porque no se trata de evitarla, sino de atravesarla de la mejor manera posible.
Estrategias para aumentar la tolerancia a la frustración
- Cuando siento momento de mucha frustración darme la posibilidad de un momento de pausa.
- Reconocer y aceptar nuestras propias limitaciones.
- Elegir una palabra o frase que nos recuerde volver al momento presente. Por ejemplo, “todo está bien”.
- Darnos un tiempo y aceptar la realidad. Centrarnos en el aquí y ahora más que en darle vueltas a nuestro pasado, ni tampoco a nuestro futuro. Aceptarlo como venga porque no podemos controlarlo.
- Evitar el sobre pensamiento cuando nuestras emociones están en su estado máximo. Intentar reflexionar en un momento de enfriamiento emocional.
- Practicar la flexibilidad. Es decir, no todo sale acorde al plan y es importante saber adaptarse y poder ir variando objetivos o ser más flexible con los tiempos en los que quiero conseguir una meta.
- Aprender de nuestros propios errores como una oportunidad de ver qué cosas salieron mal y reajustar la estrategia para conseguir lo que quiero. Ya que lo más probable es que nuestra vida fallemos muchas veces. Los errores nos suman experiencia y gracias a ellos sabemos cómo hacerlo diferente la próxima vez.
- Buscar otras alternativas para conseguir el mismo objetivo, pero de una manera más realizable.
Así mismo, una de las cosas más importantes es poder contar con el círculo más cercano y pedir ayuda cuando la frustración nos supera. A veces se nos olvida que nuestro entorno más cercano puede ser la solución. Y con el simple apoyo de alguien que nos incite a reflexionar o el tener una conversación honesta que nos ayude a poner palabras de aquello que nos ha frustrado puede aliviar la sensación.
También hacerlo en nuestro espacio de terapia puede ayudar ver lo que nos frustró mucho desde otra óptica. Por ello desde Cláritas te tendemos la mano si esa es la ayuda que crees necesitar.