Es una realidad que, los cambios sociales han traído consigo una ruptura del esquema normativo convencional de las relaciones de pareja y del plano familiar tradicional. La idea de que no es necesario asumir el modelo de pareja heterosexual para llevar a cabo la voluntad de maternidad, va cobrando presencia y se ve reflejado en las prácticas sociales.
Las Técnicas de Reproducción Asistida (TRA), son un conjunto de métodos bio-médicos que conducen a facilitar o sustituir a los procesos biológicos naturales que se desarrollan durante la procreación humana, para lograr el embarazo. Estas técnicas surgen como un recurso alternativo para parejas heterosexuales con problemas de esterilidad que quieren ser padres, pero también se han convertido en una opción con posibilidades de éxito para parejas de lesbianas o madres solteras que eligen ser madres. Y es que, la autonomía reproductiva se ha considerado uno de los derechos más importantes de la mujer, entendiéndose como la capacidad que esta debe tener para decidir libre y responsablemente cómo vivir su proyecto de vida, optando por la maternidad cuando sea deseada o viceversa.
Bien es cierto que, iniciar un proceso de reproducción asistida es una elección que genera opciones y esperanza, pero que también, desde el punto de vista psicológico, puede convertirse en una elección difícil por el impacto emocional que implican cuestiones como ¿cuál es la razón por la que la persona o pareja toma la decisión de iniciar este proceso?, ¿cuáles son las presiones a las que se somete la persona o pareja antes y durante el proceso?
Sea por el motivo que sea, no lograr un embarazo puede suponer una alteración en el plan de vida que se tenía trazado, viéndose amenazada la identidad y el sentido de la vida. Desde una perspectiva de género, cuando se entiende la “capacidad para procrear” como referente de la feminidad, no lograr tener hijos/as “por una misma” puede poner en riesgo la identidad personal, pudiendo llegar a generar dudar sobre “el grado de mujer” que una es. Este cuestionamiento sobre la identidad, puede cambiar el concepto que se tenía sobre una misma hasta el momento, generando emociones muy desagradables, como la culpa.
A través de algunos estudios se afirma que “por lo general, no es raro encontrar expresiones emocionales de aislamiento social y personal, sentimientos de culpa y fracaso, ansiedad, tristeza profunda, baja autoestima, y problemas en la relación de pareja”. Sin embargo, aunque los hombres no son inmunes al sufrimiento, las mujeres son las que llevan la carga principal, son culpadas por la no concepción y son más vulnerables a las consecuencias negativas que esto puede desencadenar.
Como conclusión, en algunas ocasiones tomar la decisión de iniciar un proceso de reproducción asistida y/o su vivencia, puede resultar complicado. Por vivirse como un fracaso, por ponerse en juego el sentido de mi ser y existir, por el deseo y las expectativas que me acompañan, por las dificultades que puedan surgir conmigo misma o con mi/s pareja/s, por las presiones sociales sobre la maternidad… Sea lo que sea, tienes derecho a no poder con todo. Por eso queremos decirte que, si te encuentras en estas líneas, desde Cláritas podemos acompañarte en lo que estás transitando desde una perspectiva de género.