Si cuidas a un mayor, vigila tu desgaste emocional

Cuidar a nuestros mayores puede ser una experiencia gratificante y conmovedora, pero también puede ser una tarea solitaria e ingrata. Puede hacer que descubramos en nosotros aptitudes o talentos que desconocíamos, o puede encerrarnos en una sensación de privación o soledad. Y es que, cuidar a otra persona, especialmente a un familiar, suele hacernos caer en una mala gestión de los cuidados que también necesitamos prestarnos a nosotros mismos.

En España, el envejecimiento de la población y el aumento de la esperanza de vida, han dado lugar a que cada vez sean más habituales los casos de personas mayores en situación de dependencia prolongada. En un 83% de los casos, son los familiares cercanos quienes se hacen cargo de la atención de ellos, siendo las hijas o esposas mayores de 50 años el perfil  más habitual de cuidador.

Dentro de este grupo de personas, cada experiencia es única. El por qué se cuida, la relación previa con la persona cuidada, su grado de dependencia, o la ayuda que prestan otros familiares, son algunos elementos determinantes. Pero lo que es inherente a esta labor, es la gran carga emocional que conlleva. Por este motivo, los cuidadores son susceptibles de padecer síntomas o trastornos psicológicos, tales como depresión, estrés, ansiedad, o problemas de autoestima, generando, además, un impacto negativo en diferentes áreas de su vida como el trabajo o las relaciones sociales.

Fue en los años 90 cuando los profesionales de la salud psicológica comenzaron a desarrollar tratamientos específicos para cuidadores, a consecuencia de los factores sociodemográficos mencionados, y de la toma de conciencia de que los cuidadores experimentan padecimientos psicológicos muy específicos, directamente relacionados con su tarea como cuidador. Algunas de las intervenciones más habituales son:

  • Programas psicoeducativos, cuyo objetivo es ofrecer información y pautas básicas para afrontar, de forma mentalmente saludable, el cuidado de otra persona.
  • Terapia individual, cuyo objetivo es ofrecer al cuidador estrategias psicológicas que le ayuden a aliviar y superar los trastornos anteriormente citados (estrés, ansiedad, depresión…)
  • Intervenciones de “respiro”, que se producen durante un periodo de descanso del cuidador, que le permiten recuperar el control de sus emociones antes de retomar su actividad.
  • Terapia grupal, que ofrece al cuidador la posibilidad de compartir con otros cuidadores estrategias para manejar situaciones emocionales complejas.
  • Intervenciones multicomponente, que combinan varias de estas opciones.

Aunque la más habitual es la psicoterapia individual, todas estas vías ofrecen resultados muy positivos, puesto que colocan en las manos de los cuidadores las herramientas adecuadas para superar dificultades emocionales, y prevenir malestares futuros. Se propicia así una relación mucho más sólida y positiva con el mayor puesto que, aunque no siempre existe consciencia de ello, el malestar emocional se transmite a la persona cuidada. Por lo tanto, también por ellos, es fundamental cuidar nuestra salud emocional.

Ángeles García Antón, psicóloga y fundadora de la Unidad de Trabajo Social del Servicio de Geriatría del “Hospital San José y Santa Adela” de la Cruz Roja, señala que algunos de los sentimientos más comunes entre las personas que cuidan de un mayor, son la soledad, la tristeza, la culpa, el miedo, la ira o la autocompasión. La tristeza, por ejemplo, es para García Antón uno de los mayores enemigos de los cuidadores, por lo que aconseja ser tolerante con uno mismo, comprender que es un sentimiento normal, así como potenciar el sentido del humor y realizar actividades gratificantes.

La culpa, sin embargo, es el sentimiento más recurrente de todos, precisamente por tener entre nuestras manos la responsabilidad del bienestar de una persona que nos necesita. Los cuidadores, según García Antón, se sienten habitualmente culpables por tener que tomar decisiones difíciles respecto a la salud de la persona atendida, por tener sentimientos negativos, o por dedicarse tiempo a uno mismo, pensando que lo están restando del tiempo dedicado al mayor. En estos casos, la experta recomienda identificar los sentimientos de culpa, analizar sus causas, expresarlos, y aceptarlos. Es fundamental “saber perdonarse, reconocer los propios límites como cuidadores y plantearse metas abarcables”, afirma.

Los resultados de una intervención terapéutica para resolver o prevenir el malestar psicológico de un cuidador, son claramente positivos, tanto para el que cuida como para el que recibe el cuidado. Asimismo, cabe destacar que, aunque lo más habitual sean las terapias presenciales, los programas a distancia también ofrecen excelentes resultados. Se trata, de hecho, de una solución muy valorada por los cuidadores ya que, precisamente por las exigencias de su labor, tienen dificultades para asistir a consultas presenciales.

Cuidar de un familiar dependiente es una de las experiencias más dignas y merecedoras de reconocimiento que una persona pueda afrontar. La “cara B”, es la enorme carga psicológica que puede hacer peligrar nuestra salud emocional, por lo que es recomendable permanecer alerta ante los síntomas más habituales, y no naturalizarlos. Porque, aunque aceptemos el sacrificio o las renuncias personales, la carga no tiene que ser mayor de lo que ya es de por sí. Hay múltiples vías para superar el malestar emocional, y sentirnos fuertes, también beneficiará a la persona cuidada.

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