Lograr un puesto de mando, sacar buenas notas en los exámenes, ascender en el trabajo, llegar a lo más alto, tener éxito… y verte fuera de lugar. No terminar de creerlo. Sentir que no has hecho méritos suficientes como para merecer los éxitos que has obtenido, atribuir a un golpe de suerte o a la fortuna los triunfos que, seguramente con muchos esfuerzos, has conseguido. Sentirte, en definitiva, un fraude. Esa es la sensación que tiene quien sufre el denominado síndrome del impostor y que, según la doctora Valerie Young, que publicó el libro The secrets thoughts of successful women, aparece en siete de cada diez personas, tanto hombres como mujeres. Pero ¿cuáles son las causas y cuáles son los perfiles más proclives a padecerlo? Algunos estudios nacionales –como los de Evaristo Fernández y José Bermúdez– e internacionales, como los de las propias Pauline Clance y Suzanne Imes, quienes acuñaron el término en 1978, así como el análisis de la psicóloga sanitaria Lucía Feito, del Instituto Psicológico Claritas, arrojan luz sobre la cuestión y establecen unos patrones más o menos claros para comprender el trastorno.