La ansiedad es una emoción que experimentamos en diferentes momentos de nuestra vida. Puede llegar a estar muy presente en nuestro día a día, por lo que quizás este artículo os resulte útil para aprender a gestionarla de otra forma. A continuación, os presentamos una serie de claves para entenderla mejor.
La ansiedad no es el problema, sino la forma en que nos orientamos hacia ella
La ansiedad no es mala en sí misma. Esta emoción nos protege, nos alerta de que algo va mal. Es como una fiebre que nos indica una posible infección. El problema aparece cuando no la escuchamos y continuamos con viejos patrones que alimentan ese malestar. Cuando ocurre esto, la frecuencia, intensidad y duración de la ansiedad puede aumentar, y ahí es cuando se convierte en perjudicial.
¿Y por qué? Porque podemos cogerle miedo; lo que llamamos en terapia: ‘miedo al miedo’. Empezamos a condicionar nuestra vida, a evitar situaciones, con el fin de no sentir ni un ápice de ansiedad, ya que hemos aprendido (erróneamente), que no nos conviene sentir ni un atisbo de esta emoción, Y, a esto, hay que sumarle que probablemente continuemos con viejos patrones que no nos benefician.
Por ello, la terapia puede ser un buen recurso, ya que nos permite entender por qué se mantiene el malestar en el tiempo, y qué podemos empezar a hacer para ponerle solución.
La ansiedad puede ser funcional
En su justa medida, puede llegar a ser muy útil. ¿Se os ocurren objetivos vitales que hayáis conseguido gracias a una ansiedad moderada?
La ansiedad es una alarma. Nos avisa de que algo va mal. Si aprendemos a escucharla, podremos convertirla en nuestra aliada; y no en nuestra enemiga.
La ansiedad no es eterna, tiene un principio y un fin
Cuando experimentamos esta emoción, nuestro cerebro nos engaña y nos hace creer que va a durar demasiado tiempo y que no vamos a poder soportarlo. Por ello, nos empieza a dar posibles soluciones para evitar conectar con el miedo.
Sin embargo, la ansiedad termina por pasar. Nuestro organismo está preparado biológicamente para ponerle fin a ese malestar; sin la necesidad de que nosotros hagamos nada para evitarla.
Te animo a que observes la emoción y compruebes con tus propios ojos cómo acaba terminando por pasar. Si lo ves muy difícil, la terapia puede ser un recurso idóneo para entrenar esta habilidad.
Los síntomas que sientes en tu cuerpo son normales
Aceleración cardíaca, respiración agitada, nudo en el estómago, sudoración, visión borrosa, temblores, sensación de irrealidad… Son síntomas de lo más desagradables, pero esperables cuando sentimos la versión más intensa de esta emoción.
Lo más importante que hay que entender, es que no nos vamos a morir como consecuencia de estas sensaciones; aunque nuestra cabeza trate de engañarnos. La clave está en cómo miramos a estas sensaciones. De hecho, si observáis vuestra reacción física cuando hacéis un ejercicio muy intenso, veréis que es exactamente igual. Sin embargo, en esas situaciones no hay un malestar asociado, porque la interpretación de esos síntomas es diferente.
Si te está costando gestionar la ansiedad, la terapia puede ser un recurso de lo más idóneo para tu situación. Te esperamos en el Instituto Psicológico Cláritas.
Elige el tipo de sesión que más se adapte a tus necesidades y empieza ya a sacarte partido con Cláritas.