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¿Por qué nunca cumplimos los propósitos de año nuevo? 4 errores que cometemos

El 90% de los propósitos de año nuevo nunca se cumplen. Casi siempre empezamos el año con buen pie, visualizando nuestras metas y cumpliendo con ellas, pero a mitad de camino abandonamos esos objetivos que tanto nos motivaban. Y llega el año siguiente y volvemos a repetir el mismo ciclo.

¿Por qué sucede esto? ¿Qué podemos hacer para ceñirnos más a nuestras metas? En este artículo encontrarás algunas pistas.

Tus propósitos son poco realistas

Después de los excesos de las navidades solemos empezar el año con ganas de sacar la mejor versión de nosotros mismos, pero uno de los errores más comunes que cometemos a la hora de establecer nuestros propósitos es el ser demasiado ambiciosos. De repente queremos hacerlo todo, y lo queremos hacer perfecto. Como si pudiéramos dejar de fumar, aprender a comer sano, mejorar nuestra productividad en el trabajo, dejar de tener ansiedad, establecer una rutina de ejercicio y ahorrar, todo en un mismo año. Tómatelo con calma y asume que no todo va a poder ser a la vez.

Lo más difícil de abandonar los malos hábitos es el hecho de que nos resultan más fáciles. Es más fácil pedir comida que cocinar, más fácil ver una serie que estudiar, más fácil levantarse tarde que madrugar… Por tanto, tienes que ponértelo fácil a ti mismo. Sé realista en tus objetivos y no esperes grandes cambios. No tiene sentido proponerte correr una maratón si nunca has ido a correr. Sería más realista correr primero 1km, e ir aumentando progresivamente hasta poder correr más kilómetros seguidos, por ejemplo. No vas a cambiar radicalmente llegado el año nuevo. Si esperas grandes resultados, es posible que te lleves una decepción.

Te marcas metas demasiado genéricas

Quién no se ha dicho alguna vez eso de: “este año voy a perder peso” o “este año haré más ejercicio”. Estas metas no tienen nada de malo en sí, el problema es que no es fácil ceñirse a un objetivo si no somos específicos. A nuestro cerebro le gustan las cosas estructuradas, así que en lugar de proponerte hacer más ejercicio, puedes plantearte ir a caminar tres veces por semana. Y en lugar de proponerte simplemente estudiar más, intenta repasar un tema de una asignatura cada dos días.

Además, para poder llevar a cabo un propósito es importante que nuestras metas sean medibles. Esto quiere decir que a medida que vayamos cumpliendo objetivos, debemos ser capaces de ver los resultados. Si quieres mejorar tu salud cardiovascular, ¿cómo sabrás que vas por buen camino hacia esa meta? Si quieres estudiar más, ¿en qué se van a ver reflejados tus resultados? Busca objetivos que sean cuantificables para así motivarte más, como por ejemplo llegar a correr 5 kilómetros en 40 minutos, o subir tu nota media en una asignatura un punto.

No tienes en cuenta los obstáculos con los que te vas a encontrar

A la hora de establecer los propósitos de año nuevo solemos adoptar una visión demasiado optimista de las cosas. Está muy bien proponerte ir al gimnasio 4 veces en semana después del trabajo, pero ¿qué pasará cuando llegues del trabajo agotado? ¿O cuando tengas que llevar y traer a los niños a diferentes actividades extraescolares y no te de tiempo? En estos casos puedes establecer un plan B, una actividad que puedas hacer incluso cuando no tengas tanto tiempo.

Es importante que tengas en cuenta cómo es tu rutina actual y que pienses en los obstáculos con los que te puedas encontrar. Por ejemplo, dejar de fumar de golpe es posible, pero ¿has pensado en qué pasará si alguien te ofrece un cigarrillo en una comida? Si quieres comer mejor pero no puedes hacerte una comida sana y elaborada, ¿tienes recetas fáciles pero saludables de las que echar mano? Establece planes de actuación específicos para evitar este tipo de amenazas a tus objetivos.

Eres demasiado inflexible y no te permites el error

En principio, los propósitos de año nuevo son una buena idea. Nos animan a ser mejores y a ser más saludables. El problema suele estar en la rigidez y la exigencia. En algún momento vas a dar un paso hacia atrás. Habrá días en los que enfermes en los que no puedas hacer deporte, o días en los que hayas dormido mal en los que no puedas madrugar. Eso no quiere decir que hayas fracasado en tus objetivos.

Algunas personas adoptan una visión en blanco y negro cuando se trata de sus objetivos. O todo o nada. O se marcan una rutina muy rígida y cumplen con todo o se dejan llevar por la pereza y no hacen absolutamente nada. Esto es porque la autoexigencia también está vinculada a la procrastinación, y cuanto más duros somos con nosotros mismos, más nos cuesta luego retomar los buenos hábitos.

Si algún día te sales de la rutina, no pasa nada, no tiene por qué convertirse en una espiral de autodestrucción. Simplemente vuelve a retomar al día siguiente y sigue adelante. Y si sientes que eres demasiado exigente, perfeccionista o crítico contigo mismo, quizá sea el momento de empezar un proceso de terapia.

Las 5 preguntas que debes hacerte antes de fijarte un propósito

Ahora que has leído este artículo, siéntate a escribir tus propósitos de año nuevo, pero esta vez, hazte las siguientes preguntas:

  1. ¿Es una meta realista, dadas mis circunstancias y mi estado actual?
  2. ¿Es un propósito concreto y específico?
  3. ¿Cómo sabré si estoy logrando este propósito y que voy por buen camino?
  4. ¿Con qué obstáculos me voy a encontrar y qué puedo hacer para evitar su impacto?
  5. ¿Estoy preparado para tratarme con cariño y compasión de cara a este objetivo?

Los psicólogos, además de ayudar cuando hay algún trastorno psicológico, también podemos ayudarte a sacar la mejor versión de ti mismo. En Cláritas contamos con psicólogos especializados que pueden ayudarte a lograr tus objetivos, sean los que sean.

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