No hay nada peor que esperar algo y no encontrar nada.
Cuando creamos alguna expectativa a menudo nos chocamos con la realidad, la cual no siempre coincide y ni siquiera se le asemeja. Y es que, lejos de empujarnos al éxito, las expectativas tienden a ser una fuente de ansiedad y estrés. Las expectativas que creamos y su distancia con la realidad determinará cómo nos sentiremos.
¿Qué son las expectativas?
Las expectativas no son ni más ni menos que las suposiciones que creamos acerca de lo que creemos que tendría que ser, basado en lo que hemos aprendido a lo largo de la vida y de experiencias pasadas.
Esto se da por la búsqueda del cerebro de crear “atajos” mentales, de ahorrarse energía creando nuevas ideas sobre personas y situaciones, y acude a lo que ya sabe y lo replica. Las creencias que nos vamos formando van dando forma a nuestro mundo y nuestra realidad. Gracias a ellas nos aferramos al cómo debería ser aquello que nos ocurre.
Esta distancia entre la realidad y lo esperado es la gran causa de frustración y enfado. Es decir, la realidad en sí misma no está cargada de valor negativo ni positivo, este valor se lo damos en tanto se ajusta a lo que esperábamos conseguir o ver y no se da.
Estas expectativas no solo van hacia fuera, también tenemos expectativas sobre nosotros mismos. Sobre cómo deberíamos comportarnos, a qué deberíamos aspirar, cómo deberíamos contestar a nuestro jefe cuando nos recrimina un error o qué respuesta cabe esperar de nosotros cuando nuestra pareja nos echa en cara algo.
Expectativas, asumimos lo que va a pasar, pero no es más que una posibilidad, nadie nos asegura nada.
¿Qué es, entonces, la realidad?
La realidad no es más que una construcción por quien la observa, por lo tanto, está cargada de subjetividad. Todo lo que nos rodea pasa por un filtro personal, creado a partir de nuestros valores, creencias, experiencias, relaciones anteriores, aprendizajes y normas transmitidas por nuestros padres y por la cultura y sociedad que nos rodea. Paul Auster lo describe a la perfección:
“No hay una sola realidad. Existen múltiples realidades. No hay un único mundo. Sino muchos mundos, y todos discurren en paralelo… Cada mundo es la creación de un individuo.”
Entonces, ¿en qué nos puede ayudar esta perspectiva? Nos puede ayudar, sobre todo, en las relaciones que mantenemos con los otros. Ya que sabemos que cada realidad la construye uno mismo, cuando hablemos con otros veremos el reflejo de su propia realidad subjetiva. Conociendo esto, podemos intentar comprender su punto de vista, teniendo en cuenta cómo esa persona ha construido su realidad, con qué valores, creencias y experiencias, entre otros.
¿Qué ocurre cuando las expectativas y la realidad chocan? La frustración
¿Cuándo no se cumple lo que esperábamos? ¿Qué sucede cuando llevamos todo el día esperando algo que no se materializa? O, ¿qué ocurre cuando nos imaginamos algo de una forma y la realidad no guarda ningún parecido con lo que imaginábamos?
¿Qué esperabas que sucediera? y ¿qué pasó en realidad? Ya hemos repetido con anterioridad que es la distancia entre estos dos constructos lo que dirá cómo nos sentiremos. Nos cuesta asumir que, si algo nos decepciona no es debido a los acontecimientos en sí, sino a la expectativa que le hemos puesto.
Ya hemos visto que la frustración es una respuesta emocional que se manifiesta cuando no tenemos unas expectativas realistas. La incidencia de la frustración sobre cada persona varía, principalmente, según la personalidad, pero también hay otros aspectos que son difíciles de controlar.
El tipo de expectativas que nos causan frustración son las siguientes:
- Las expectativas predictivas: cuando creemos saber lo que sucederá en una determinada situación. Nos basamos en acontecimientos pasados y esperamos que ocurra lo mismo que ocurrió. Además de hecho, también se pueden referir a lo que pensamos o a nuestro estado de ánimo.
- Las expectativas normativas: basado en las normas que compartimos socialmente, es decir, al estándar básico del comportamiento que esperamos que el otro siga porque es lo socialmente esperado.
- Expectativas merecidas: Se centra en lo que creemos merecer, basándose en nuestra idea de justicia. Nuestro desempeño o nuestras capacidades nos hacen creer que somos merecedores de algo por encima del otro, sin tener en cuenta nada más.
El problema comienza cuando estos tipos de expectativas, además de irreales, se vuelven irracionales porque la consecuencia va a ser frustración, indignación y tristeza.
¿Cómo evitar que las falsas expectativas nos desilusionen?
Primero, empieza por comunicarte, habla con la otra persona y transmítele cómo te sientes, la situación y qué esperabas de ella. Así podrás aclarar las dudas y evitar las falsas expectativas.
Por otro lado, sé realista. Tener ilusiones es sano, pero hay que saber dónde están los límites entre lo fantástico y lo posible. No olvides que no todo puede estar bajo tu control, por ello busca conocer y trabajar aquello que sí puedas controlar, aprende a manejar la frustración y la desilusión, así como la rabia o la ira por no poder controlar los aspectos que se te escapan.
Cada persona tiene sus tiempos, no corras, sé paciente y acepta que los demás pueden tardar en salir de su zona de confort y aceptar los cambios. Quién sabe si el otro también está frustrado porque no has cumplido sus expectativas. Y por esto último, alinead vuestras expectativas. En el amor, en el trabajo, en las relaciones de amistad, familiares, con los hijos, etc. Una buena comunicación ayudará a establecer la base de una relación sana.
Y por último, pide ayuda si te ves superado. Trabaja la gestión de tus emociones y el autocontrol. La tolerancia a la frustración y el manejo de expectativas son dos aspectos que se pueden desarrollar y te ayudarán a vivir de forma más plena. Desde Instituto Cláritas estamos preparados para recibirte y acompañarte en el maravilloso mundo del autodescubrimiento.
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